Relatos breves, poemas y paridas varias

Tuesday, September 13, 2005

Therese
-Paire Nòstre qu'ei ath cèl, qu'eth tièu nòm sia sanctificat; qu'eth tièu règne venga. Qu'era tia
volontat sia hèita ara tèrra coma ath cèl. Dòna-nos agüèi eth nòstre pan de cada dia, e perdona-nos
es nòstres ofènses coma nosàti perdonam es d'aqueths que nos an ofensats e no nos deishes pas
caure en tentación; mai deliura-nos deth malin. Atal sia.
La voz de aquella muchacha sonaba en la delicia de la llanura llena de cereales como un benigno encantamiento, lejos de las lóbregas cuevas que le habían servido de lecho. Ahora el regazo de aquella dulce niña era su consuelo. Therese enseñó a Antonio a hablar francés correctamente y algunas palabras en lengua occitana.
Aquella curiosidad por culturas desaparecidas le pareció a Antonio impropio de sencillos agricultores, aunque fueran dueños de un “lalot” tan delicioso como aquel; de una planta, antiguo, sencillo y alegre, con flores en las ventanas, puertas y contrapuertas de madera celeste, que contrastaban con el marrón de la piedra. Era acogedora y alegre, pero sabia, antigua y noble, quizá como sus dueños. Rennes era un pueblo pequeño, ensimismado sobre suaves laderas, en la ribera del río Aude, con su pequeño hotel decadente lleno de ancianas de Toulouse, ricas y aburridas.
Gerard, el propietario, -un hombre fuerte y afable de 40 años, cabello rubio, sonrisa fácil y ojos claros-, no se apartaba demasiado de su terruño, excepto los fines de semana, cuando acudía al pueblo a realizar las compras para la semana, ir a misa o a hablar con el sacerdote Sauniéres de la iglesia de la Sainte-Madeleine, sobre quien corrían extrañas habladurías. Marie, su esposa era morena, simpática y siempre atenta. Un emigrante español que buscaba trabajo en el campo no podía pedir más.
-¿Qué son los cátaros, Therese?. Preguntó Antonio.
-Puros, hombres buenos que intentaban seguir una vida pobre sencilla, pero fueron aniquilados, quizá por envidia.
-¿Y si eran buenos porque fueron aniquilados?.
-Pensaban que la Iglesia cristiana, era demasiado rica y corrupta.
-Que cosas. ¿Y tú crees todo eso?.
-Es mi padre el que cuenta esas historias. El no cree en eso, pero hay muchos en esta región que sí. Desde la torre Magdala se ven todos los castillos cátaros. A mí me da igual, mientras me cuente historias antes de dormir.
-Y dime. Qué tipo de historias te cuenta.
-La de un tesoro escondido. Cada día le añade nuevos datos. ¿Tu padre no te contaba historias?.Preguntó Therese.
-Mi padre, siempre estaba muy ocupado trabajando en el campo y ahora es soldado, no sé dónde.
-Vaya, lo siento-. Antonio iba a decir algo pero Therese le cerró los labios con un beso y el tiempo se detuvo.
Unicamente las visitas rompían la paz de aquel hogar.Vecinos y familiares, le avisaban insistentemente de que su amistad con aquel extraño cura no podría beneficiarle. Gerard no se sorprendía, le quitaba importancia, y a continuación proponía un brindis. Un día Therese, le dijo que su padre no era católico, algo que provocó su natural sorpresa y aumentó su curiosidad, cuando Antonio profundizó ella dijo que son las cosas de los pueblos pequeños.
-Hay tan poca gente que no importa como sean los amigos. Fue entonces cuando usó por vez primera la premeditada expresión “inclinaciones comunes”.
Antonio quiso saber algo más sin resultar impertinente, así que no hizo más preguntas. Pronto se vio obligado a olvidar estas circunstancias que finalmente se revelaron poco importantes, ante nuevos hechos que poco a poco ganaron más protagonismo.
Un día la radio anunció la noticia de que los alemanes habían entrado en París. El locutor leía un comunicado severamente, mientras el patrón de la granja escuchaba mirando al suelo, y el resto de los miembros de la familia permanecía en silencio.
“Las tropas de la Wehrmacht ingresan victoriosas en París. En los Champs-Elysées desfilan con paso de ganso exhibiendo sus estandartes y en la Torre Eiffel colocan un cartel con "V" de victoria y la frase "Deutschland siegt auf allen fronten". Alemania gana sobre todos los frentes. El gobierno francés se repliega a Bordeaux y el mariscal Pétain es nombrado presidente del Consejo e inicia la colaboración con los nazis. Charles de Gaulle, instalado en Londres, hace un llamamiento invitando a continuar la lucha”.
-Petain es peor que los boches. Decía Gerard, muy afectado por todo aquello. Cuando recuperó el ánimo consoló a su mujer e hijas, que temblaban de miedo, y les dijo que no se habían de preocupar por nada, pues en el sur estaban a salvo, que todo aquello quedaba lejos.
Gerard se llevó a una habitación aparte a Antonio y le habló largo tiempo.
-Dime Antonio, si tu tierra fuera invadida por extranjeros qué harías.
Antonio dudó por un momento la respuesta, tampoco sabía adónde quería llegar su patrón, que fumaba en pipa pausadamente, y lanzaba al aire bocanadas de humo.
-Defenderla, sin duda. Respondió el zagal.
-Bien ¿y..... si defenderla supusiera..... peligros para ti y tu familia?.
El patrón miraba distraídamente por la ventana de su biblioteca, mientras Antonio se recostaba en un mullido sillón de piel.
-Nadie tendría porqué saber mis opiniones. Pero mi postura sería la misma. Opinó.
Luego, Gerard inició un monólogo con un largo preámbulo sobre la amistad, la confianza y la importancia de los valores. Le advirtió que en tiempos de guerra suelen ocurrir cosas que normalmente no pasan, y que aunque parezca inexplicable, todo tenía una finalidad.
-Puede que en los próximos días veas cosas que no entiendas. -Le anunció-. Y puede que la curiosidad te lleve a comprometerte con la verdad. Si lo haces será para siempre. Las puertas en estas circunstancias no están entreabiertas. Están abiertas o cerradas. Y si abres una puerta, ésta se cerrará a tus espaldas. Así son las cosas. Hay que elegir, tomar decisiones.
Antonio no estuvo seguro de haber entendido el verdadero significado de las palabras de su patrón. Sin embargo en los días siguientes no ocurrió nada, el buen ambiente de la casa continuó inalterable y los padres siguieron yendo a la iglesia con toda normalidad mientras la placidez de los días del incipiente verano era solo interrumpida por las malas noticias que llegaban de la radio.
Antonio sentía que se aburría demasiado en la granja y que le apetecía pasear por el pueblo y cotillear sobre el amigo de su patrón, el cura del pueblo.
Se hizo amigo de Pierre, un pelirrojo lleno de pecas: malhumorado, irónico y gracioso, hijo del panadero. Era solo unos años mayor que él, pero con aires de grandeza. Fumaba, bebía, y presumía de haber estado con muchas chicas. Conocía muy bien a toda la gente del pueblo. Las jarras de cerveza corrían por encima de la mesa, mientras Pierre, el “experimentado” se convertía poco a poco en Pierre el fanfarrón.Entonces, contó con todo lujo de detalles, la historia del cura del pueblo.
Saunières halló unos pergaminos dentro de una columna de madera, manuscritos de los Evangelios, con rasgos inesperados, indicios de que los documentos estaban en clave. Un experto de Roma los interpretó. Una vez desvelados se pudo leer lo siguiente. "Pastora, ninguna tentación. Que Poussin, Teniers. La clave. Paz 681. Por la cruz y este caballo de Dios, completo o destruyó este demonio del guardián al mediodía." El segundo texto, descifrado, explicaba: "A Dagoberto II Rey, y a Sión pertenece este tesoro y Él está allí muerto."
-Tienes buena memoria. Observó Antonio. Y a continuación preguntó: ¿Quién es Dagoberto?.
-Dagoberto II, el merovingio, rey de los cátaros, que contrajo matrimonio en Rennes, en esa misma iglesia. Entonces-continuaba Pierre-, la vida delcura cambió iba a Paris con mucha frecuencia, se codeaba con la alta sociedad, y se veía que manejaba dinero. Luego encontró una losa del siglo V, al pie del atar, cuando fue removida, vio esqueletos y un cuenco lleno de objetos; y medallones sin valor. Eso dijo, poco después restauró toda la iglesia. El mismo pintó la imagen de María Magdalena del altar, escribió sobre la entrada de la iglesia la frase Terribilis est locus iste e hizo con sus manos, la estatua del diablo de la entrada. Construyó un paseo, la Tour Magdala, una casa de huéspedes y lo pagó todo de su bolsillo. Gastó una millonada.
-¿Y bien?, preguntó Antonio cuando terminó de contar la historia. ¿Adónde nos conduce todo esto?.
-La gente del pueblo no se fía del cura, habla de sociedades secretas, del tesoro de los cátaros y de no sé cuantas cosas más.
-En las iglesias hay valiosas obras de arte, pudo haber vendido alguna y conseguir así fondos. Opinó Antonio.
-Se dice que hayó la tumba de Marie de Negri, heredera del primer Gran Maestre templario. Y cobró alguna suma importante.
-Debe haber una explicación mucho más lógica. Dijo Antonio.
-¿Lógica?. Dime, que pinta un demonio en un pilar de agua bendita.La gente del pueblo teme a este cura.
-Nuestro patrón le aprecia. –Explicó Antonio. Y yo me fío de su criterio, es una buena persona. La conversación en la taberna derivó a continuación hacia temas más livianos, por efecto del alcohol. Salieron de la taberna y fueron vagando por el pueblo hasta que acabaron cerca de la misteriosa torre Magdala. Por uno de sus ventanales góticos vio una figura con una luz en la mano.
-Imposible, -explicó Pierre-, ahora mismo la torre y el albergue están vacíos, el cura está en París.
Antonio se encaminó hacia un sendero que bajaba al riachuelo. Hacia la base de la torre una pequeña elevación mostraba la roca desnuda y en ellas, la entrada de unas famosas y numerosas cuevas por las que el joven se adentró en solitario.Pensaba. No le viene mal a este lugar olvidado del mundo, tanto misterio.
La amorfa disposición de la roca en el inicio del túnel se había transformado en un perfecto corredor hecho por la mano del hombre, un pasillo le conducía a otro y una puerta a otra. El alcohol y su curiosidad empujaban sus pies, sin que él supiera de forma precisa en qué lugar se encontraba.
Abrió una puerta y vio algo terrible que le causó gran impresión, por un segundo, su corazón comenzó a latir más fuerte, hasta que logró dominarse. Era una gran escultura que sujetaba una pila de agua bendita, representaba a un diablo de madera policromada, de piel roja, ojos saltones y amenazadores. Antonio usó el agua para refrescarse la cara, después del susto que no esperaba y le devolvió a la realidad más inmediata. Sobre la pila de agua bendita había cuatro ángeles y en medio una cruz celta, con una rosa tallada en su centro. Sobre el umbral de entrada pudo leer la frase Terribilis est locus iste. Estaba nada más y nada menos que en el interior de la iglesia. Era noche cerrada y apenas unos cirios iluminaban escasamente las bóvedas románicas del interior. Antonio sintió entonces un estremecimiento especial, una sensación difusa pero muy profunda, que salía de todas partes y ninguna al mismo tiempo, de la boca de la cueva, de las columnas del templo, de los rosetones que mostraban la luna llena. Como el pequeño golpe de viento que sigue al paso de una persona cerca. Un hálito inesperado, oscuro, frío, que hace poner los vellos de punta.
El pánico estuvo a punto de dominarle. Corrió hacia la entrada de la cueva buscando una salida, pero tropezó y cayó al suelo, trató de pensar y decidió tomárselo como una aventura.
Le gustaba mucho el arte antiguo, por eso esta era una oportunidad única. Desde muy pequeño, su padre la había llevado a la republicana biblioteca pública de su pueblo natal, donde pasaba horas y horas leyendo hasta convertirse en un pequeño historiador local, al que mucha gente consultaba cosas sobre el pasado.
Cogió un gran cirio y fue a mirar con detenimiento las escayolas del vía crucis. Donde otros veían señales, rostros deformados , figuras diabólicas o heréticas, sólo había una mediocre ejecución artística. Su mente racional estaba decidida a convencerse de ello. Los añadidos de Sauniere a la iglesia no eran capaz de transmitir ni el más mínimo simulacro de vida o emoción, mucho menos divina. Luego fue a ver la hombruna Magdalena, de oscuros y enormes carillos hinchados, y ojos vacíos, pintada por el párroco en el altar mayor y confirmó que el autor intentaba disimular de forma efectista sus carencias técnicas.
Su ánimo se serenó por completo y pudo admirar el edificio que más que elevar el espíritu parecía que lo abrazaba, que lo protegía, como un enorme oso pétreo, con sus arcos en forma de brazos y dos rosetones en la fachada principal como ojos observantes. Empujó la puerta y salió fuera aspirando con placer el aire de la campiña que refrescaba su rostro perlado de sudor. Desde fuera la iglesia se veía sin gracia alguna, salvo las altivas ventanas del ábside. Mientras miraba hacia el edificio tropezó en el suelo con algo duro, una piedra, pensó.
Y está bien dura. Comentó mientras se frotaba la rodilla, dolorida por el choque de la carne y el hueso contra lo que resultó ser una lápida. -¡Un cementerio!. Claro, al lado de una iglesia, es lógico, se respondió. De repente una mano, sobre su hombro le detuvo.
-¿A donde crees que vas jovencito?. Alguien le colocó una tela sobre la cara y le tiró al suelo. Esta vez Antonio se temió lo peor, y por ningún rincón de su mente hallaba una explicación lógica. Hasta que descubrió dos pares de zapatos que le resultaban familiares, y se quitó con rabia la tela para descubrir que Pierre le había gastado una broma.
-Me has dado un susto de muerte.¿Cómo has llegado hasta aquí?.
-Esta ladera es como un queso gruyere, igual que toda la zona, he jugado muchas veces por aquí. Dijo Pierre. La conozco como la palma de mi mano.
-¿Y cómo es que no está cerrado el acceso a la iglesia por los túneles?.
-Nadie en el pueblo se atrevería a entrar en la iglesia de noche. Piensan que está maldita.
-Quizá alguien intena esparcir leyendas oscuras sobre la iglesia para que nadie se acerque aquí, pensó.
Dejaron la explanada del cementerio por un nuevo túnel similar al anterior, pero en vez de dar a la iglesia, éste conducía al paseo de la torre Magdala. Había algunas puertas que Antonio iba mecánicamente empujando sin que cediesen. La última puerta finalmente cedió lentamente bajo la mano de Antonio, dejando ver un nuevo pasillo iluminado. Fue entonces cuando se encendió una luz en su cerebro que le hizo recordar aquella enigmática conversación que había mantenido días atrás con Gerard, su patrón.
“Puede que en los próximos días veas cosas que no entiendes. Y puede que la curiosidad te lleve a comprometerte con la verdad. Si abres una puerta, se cierra tras tus espaldas. No hay vueltas atrás. Así son las cosas”.
Sus pensamientos fueron sólo respondidos con el ruido de la primera puerta que acababa de atravesar, al cerrarse, pensó que por efecto de alguna corriente de aire. Se abrió la siguiente puerta bajo el nervioso empuje de su mano. Vio una sencilla habitación iluminada por luz artificial, con tres puertas, una gran mesa en el centro, planos de la región, escritos, restos de comida, bebida, tabaco, y muchas sillas desordenadas alrededor. Algunos muebles se apilaban contra las paredes y sobre un viejo armario había un aparato de radio. Llegó a su nariz el olor del tabaco, hacía poco que habían apagado algunas colillas en los ceniceros.
Se fijó un poco más en el mapa y vio que tenía algunas marcas, la más importante señalaba a las minas de oro de Salsigne al norte de Carcassone, en la Montaigne Noire. ¿Guardaría alguna relación con Saunieres?. Podría decirse que sí, pero no podía quedarse a averiguarlo, oía pasos y decidió irse por el mismo pasillo por el que había entrado. Salió corriendo por el oscuro pasillo, mientras escuchaba cómo la habitación que abandonaba se llenaba de gente.
Oyó voces de hombres y mujeres se diría que era una reunión privada, sonaba música en la radio y se hizo el silencio cuando un locutor de la BBC de Londres anunciaba un mensaje especial para los oyentes franceses, -un poema de Paul Verlaine-, todos contuvieron la respiración, como si aquel poema pusiese en juego sus vidas. Oyeron el poema, y cuando concluyó, todos mostraron un gran descanso.
-Falsa alarma- comentaron aliviados algunos.
-No podemos dar un solo paso en falso, ya lo sabéis.–Dijo otra voz más autoritaria-.
-Esperar, esperar. ¡Estamos hartos de esperar!. Dijo alguien con acento español.
-No es fácil. Golpear donde más les duela en el momento justo sin que sepan de dónde salimos, ni quiénes somos. Sortear a La Milice, al Service de Travail Obligatoire, a los espías infiltrados, a los soldados, a los partidarios de Petain.
Una voz mucho más serena, pausada y al mismo tiempo débil, como gastada por el tiempo vino a dar la razón al anterior comentario.
-Gerard tiene razón. Los que ahora nos miran con miedo, nos apoyarán. Debéis tener fe hijos míos.
Ulises contenía la respiración detrás de la puerta cerrada, cuando un fuerte golpe en la cabeza lo dejó sin sentido.
Cuando abrió los ojos se encontró tendido en una cama, y vio a Gerard, su patrón, el dueño de la granja junto a su amigo el cura y a otras personas influyentes del pueblo. Se frotó los ojos para ver si estaba soñando, y luego echó un vistazo a la habitación, pero no estaban en la granja, sino en el interior de una cueva excavada en la roca. Le dolía tremendamente la cabeza y no entendía nada.
A la mañana siguiente Antonio había decidido unirse al grupo. Caminaron muchas horas en silencio
repartiendo pasquines en el interior de tabernas, de vacías. En los desiertos mercados, dejaban fajos
de folletos y de periódicos clandestinos, junto al pescado. En Couiza, Montazels, Alet les Bains y
Limoux repartieron pasquines y carteles, que pegaron sobre otros que decían “Ils asassinnet,
enveloppés dans les plis de notre drapeau”.
-Dime Gerard, ¿porqué?. Preguntó Antonio.
-Eres inteligente, comedido, fuerte, decidido y refugiado español.
-Cuando me diste trabajo ¿ya estabas pensando en esto?.
-No, no te he estado utilizando, si te refieres a eso.
-¿Y la iglesia?.
-Sabía que tarde o temprano nos descubrirías.
-Cualquiera del pueblo puede entrar también.
-No lo creo, ya les metemos miedo para mantenerlos alejados. A Pierre le dije que te llevase cerca
de los túneles. Todo misterio tiene su explicación y sino, su finalidad.
-¿Y el cura?.
-Fue él quien lo inició todo. Nos reunió, nos habló, nos contó lo que ocurriría y vimos con claridad
que tenía razón. Petain y los nazis son la misma cosa.
-Ya veo. Pero ¿y tu?. Corres muchos riesgos, tienes familia.
-Precisamente por eso. Merecen algo mejor.
Antonio se mantuvo en silencio. -¿Recuerdas aquella metáfora que hiciste sobre la puerta?. Me gustaría dejarla entreabierta. Tengo mis propios planes. Os ayudaré un par de semanas, luego me iré a Marsella y allí me embarcaré a América. Allí no hay guerras.
-Lo comprendo. Mi mundo es éste y tengo que hacer algo por él. Tu debes buscar el tuyo.
Antonio y Gerard se abrazaron.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home