Muchos ni siquiera luchan
Muchos ni siquiera luchan. Si se caen al agua, no bracean. Este relato de un voluntario de Cruz Roja de Tarifa deja clavada en la mente una espina -de duda, de sinrazón-, como una foto ensartada por una tachuela en la pared. Pero si esta frase es desconcertante, más aún su explicación. Los voluntarios siguen con su relato: ninguno sabe nadar, se ponen nerviosos, los subsaharianos ni siquiera luchan por salvarse si se caen al agua, se quedan quietos y se dejan hundir en las profundidades del océano, como una aceptación irracional y prematura del final destino humano.
La mente se rebela ante esta revelación. Pero, ¿y el instinto de supervivencia?. ¿y los voluntarios, que hacen?. ¿No hacen nada por salvarlos?. La respuesta es aun mas alarmante. ¡Son 30 segundos! Es increíble lo rápido que puede morir una persona.Uno no puede dejar de asombrarse por todo esto, pero quizá no se trate de algo racional, o al menos, no para alguien de nuestra cultura. Ante la duda decido seguir escuchando las explicaciones de los voluntarios.
No saben lo que es el mar, igual no lo han visto nunca, y no saben que pueden por lo menos intentar salvarse, que se puede flotar. Nosotros no alcanzamos a comprender...
Ellos, que viven cada dia con el drama del Estrecho de Gibraltar, tampoco alcanzan a comprender. Intento imaginar la reacción ante el oceano de alguien que nunca haya visto el mar, pero no puedo, del mismo modo que alguien nacido y criado en Europa o cualquier otro pais del llamado primer mundo tampoco puede imaginar como es vivir en medio del desierto en una absoluta pobreza. O cómo es llegar a este supuesto paraiso en una pequeña embarcación viendo las luces de Gibraltar a los lejos, como una guirnalda, con ecos de fiesta y música en medio de la noche. Con una esperanza blanca en la mirada, y una inmensidad negra alrededor. Llorando por culpa del miedo frío, nervios, -muchos nervios-, quemaduras por la mezcla del combustible con agua salada y dolor de cabeza. Niños, mujeres embarazadas después de ocho horas de viaje en una patera. La angustia hace infinita la distancia.Y sin embargo estamos al alcance de la mano, y sin embargo en unas horas nos separan los siglos. Un petate atado con cinta de embalar en el que llevan ropa, frutos secos, a lo mejor garbanzos secos, y el teléfono móvil para llamar a las mafias que los explotarán, como todo equipaje. Y sin embargo flota un nido de sueños en una patera.
Una culpa que nunca es de nadie empuja, y el mar siempre se enluta de juventud africana segada prematuramente. Si el agua cobra en vidas, el océano social mata conciencias. Desde vuestra orilla no pueden verse cuantas miserias humanas se esconden entre el brillo de las luces.
¿A qué venís? en este litoral no queda tiempo para la cortesía. Os aguarda un recíproco miedo, un esclavo servicio en la penumbra.¿Es el Estrecho asesino?. 4000 silencios africanos responden bajo el océano a esta certera pregunta. 4000 llantos, o quizá más. 4000 almas bucenado entre petroleros, atunes, líquenes y delfines, bajo la atenta mirada de los satélites y los submarinos, que a nadie parecen importar, sin que nadie derrame un a flor en el mar de la memoria.
Hemos rescatado muchos muertos. Eso es lo más duro: tirarnos al agua a las cuatro de la mañana y sacarlos ahogados, cuentan los voluntarios de la Cruz Roja. Son ciudadanos normales y corrientes, profesores, cajeras de supermercado, conductores, trabajadores con sus aburridas vidas a acuestas que viven junto al mar y ven como llega entre las olas un mudo lamento que podría ser humano. Cuando uno mete las manos en el mar es como si alguien te acariciara y si miras con detenimiento hacia el fondo quizá halles familiares y oscuras siluetas. Las gaviotas trajeron tu anillo y sigo buscando. Te veo en las crispadas aguas del Sur y sigo buscando, adivinó el poeta Abderramán El Fathi.
Si desembarcan en la playa no tienen problemas. Pero si llegan a las rocas, hay cadáveres seguro. Les ves llegar cada día y te planteas que puedes ayudar. Te miras en el espejo y piensas. Tengo dos manos, dos pies, sé hablar idiomas, puedo ser util. No dormían tranquilos cuando veían las pateras desembarcar o naufragar. Sus manos son lo mejor que les puede pasar a los que se abandonan al océano. Las migraciones son inevitables, y mientras no se pueda llamar vida a lo que tienen allí, seguirán viniendo, opinan. Los marroquíes escapan. Y los subsaharianos se quedan sentados en la playa, esperando, como si viniesen de otro planeta y el tiempo para ellos tuviese un significado distinto.
La nueva isla de Ellis se llama isla de las Palomas, cerca de Tarifa, el punto donde se supone que se separan el mediterráneo y el atlántico. Allí solo hay un centro de acogida de la Cruz Roja, donde les ofrecen algo de comer y de beber y un poco de ropa antes de devolverlos a sus países de origen. Esta es la isla de los emigrantes, la isla de los olvidados. Viendoles comer tristemente uno puede adivinar las historias que han dejado atrás. Quizá huyeron de las matanzas tribales, del odio cerril y la incomprensión mutua.
Los que logran llegar vivos, huir de la policía, y adentrase en el país, aún no han superado todos los obstáculos posibles. A 200 kilómetros al norte del Estrecho, ya en las campiñas sevillanas es habitual la imagen de adolescentes que salen de debajo de un camión llenos de grasa después de haber hecho la travesía instalados en un camión que luego se introdujo en un ferry. Bajan del camión en la primera parada en que el vehículo encuentra para repostar. Marchena (Sevilla) está en la ruta de salida de los camiones de mercancías desde el puerto de Algeciras, uno de los mayores de Europa, hacia el norte.
En este pueblo, un inmigrante adolescente y renegrido salió de debajo de un camión, caminó un largo trecho por la travesía urbana de la carretera y por fin entró en un bar, donde pidió agua y tuvo su primer contacto con un europeo. El dueño del bar no solo no le ofreció agua, sino que lo echó del local. Cuando el joven desolado, ya caminaba de nuevo por la calle, uno de los clientes del bar que había sido testigo de la escena, después de reprender al camarero por su actitud, cogió al adolescente y se lo llevó a su casa, allí le dió ropa, comida, le permitió ducharse, y finalmente le ofreció dinero para que siguiera su camino. La ultima barrera que deben sortear es la actitud hostil. De entre todos los inmigrantes que llegan a España, los magrebíes son los menos valorados y peor tratados según las encuestas oficiales.
Andalucía, región sur de España, es hoy frontera natural entre la región más pobre del mundo y una de las más ricas. Los 16 kilómetros del Estrecho de Gibraltar hoy separan nada y todo, vida y muerte, océano y mar, infierno y paraíso, pasado y futuro, blanco y negro, Alá y Cristo. Sin embargo, 16 kilómetros son solo eso, 16 kilómetros, que desde el cielo de las aves son esencialmente iguales, porciones de tierra separadas por una lengua de mar, en nada diferente a otras regiones del mundo. 16 kilómetros de importancia estratégica con presencia militar de dos superpotencias, EEUU y el Reino Unido que tienen en las cercanías sendas bases militares, y son vigilados por satélites desde el espacio. 16 kilómetros surcados cada día por centenares de buques petroleros y de transporte de mercancías, naves militares y miles de especies de peces y aves.
Aunque África siempre fue pobre, no siempre Andalucía fue rica, de hecho hace 20 años, -en torno a 1971- fue tan pobre que un millón de personas, casi el 40% de su población se vio obligada a emigrar. La mayoría de los andaluces de hoy aun no han tenido tiempo de curar su melancolía por los emigrados a las regiones norteñas españolas y europeas, cuando por el sur les llega el futuro queriéndose mezclar con su presente pluscuamperfecto, en forma de sucesivas oleadas migratorias procedentes de Africa y América del Sur. Se trata de uno de los cambios sociales más significativos de la vieja nueva Europa que se está repitiendo en muchos países meridionales. Sevilla es la capital de Andalucía región sur de España, el primer lugar al que llegan los emigrantes en el llamado primer mundo. Muchos allí, y aún en el resto del mundo no entienden porqué los subsaharianos arriesgan sus vidas de esta forma para llegar a una tierra, que siempre fue lugar de paso.
"Yo he oído a esta gente decir que no tienen miedo a perder nada porque no tienen nada que perder, ni siquiera la vida" afirma Ahmed Ben Yessef, pintor, y pionero emigrante marroquí. "Cuando yo llegué a Sevilla, hace 40 años, algunas partes de Tetuán estaba más desarrollada que Sevilla. Hoy hay una diferencia abismal entre ambos países". Los inmigrantes marroquíes son los más numerosos de la región.
Historias como las del guineano Ablay Kandé son moneda común en los países ribereños del Río Níger. En el 2000 sucumbió al sueño de una vida mejor, acosado por la pobreza extrema de Fatick una aldea que solo ofrecía sal para comerciar, entre la nada del desierto y la nada del océano. Asumió su peso de primogénito, reunió algo de dinero, -500 euros, vendiendo sus cabras- dejó a su mujer y sus tres hijas con sus padres. Se despidió de su mundo, susurró una nana al oído de su hija, una promesa de amor eterno en los oídos de su esposa, una esperanza de prosperidad futura en los de su anciana madre y puso rumbo al norte. Todas las esperanzas de ellas viajaron con él.
Cruzó países, atravesó fronteras sintiéndose libre como un pájaro que surca seguro el horizonte en busca de su destino, con la mirada fija en un punto impreciso, una luz como un faro de las costas del norte. Se supo a merced de las turbulencias en Bamako, capital de Mali, pero no entendió que la empresa le costaría la vida hasta legar a la primera puerta del desierto, Gao, donde se unen todas las rutas del tráfico ilegal de personas.
Le ofrecieron cruzar la permeable y desértica frontera a Argelia después de pagar mucho por un papel falso, pero supo que el desierto se traga cada día mas vidas que el océano, y que los que le pedían centenares de euros a cambio de un sueño le abandonarían a su suerte a la menor ocasión sin devolverle siquiera la despedida. En el primer enfrentamiento con la policía o con los militares, o por cualquier avería en el vehículo expondría su vida.
"Nadie sabe lo que puede pasarte en el desierto, por eso yo no volveré a viajar en mi vida de esa forma. Primero porque puedes morir fácilmente, segundo porque los soldados, los policías argelinos, pueden matar a cualquiera" le contó Mohamed Kasha, de Ghana, que había sido deportado tres veces.
"Estoy muy triste, porque lo perdí todo. Para probar suerte, lo intenté la primera vez. Perdí dinero. La segunda vez volví y perdí dinero, no voy a repetir una tercera vez. Es mejor regresar, empezar de nuevo mi vida en mis país". Contaba cabizbajo Amadou Kandé, también deportado a Gao varias veces.
Sin embargo Suleiman Kandé dice que no tiene miedo a la muerte, "tarde o temprano todos moriremos". "Si pasas dos años en España ganas mas que el que ha nacido en Senegal y vive allí 40 años".
En Niamey, Ablay ya había agotado todo el dinero que trajo de casa así que decidió ponerse a trabajar de albañil, pero tuvo que dejarlo por un brote de asma. Seguro de su destino continuó de nuevo su ruta hacia el norte, y esta vez llegó a Libia donde tuvo la suerte de emplearse como ayudante de un misterioso transportista que nunca le dijo con qué se ganaba la vida, ni el preguntó. Así ahorró 10.000 dólares, podía pues considerarse afortunado y creyó tener un pié en Europa.
Cruzó luego el magreb hasta situarse entre Argelia y Marruecos y se sintió feliz de haber sorteado los peligros del desierto argelino, allí estuvo viviendo varios meses en un campamento de refugiados, luego diez meses más en Rabat, esperando poder acercarse a la valla de Ceuta, se sentía optimista y afortunado por cómo había transcurrido hasta el momento su viaje, sin demasiados contratiempos.
Mientras esperaba en el campo de refugiados junto a la valla fronteriza de Ceuta, a menudo contemplaba las luces de Gibraltar como los destellos de una joya lejana y fría que le mandase algún tipo de misteriosas señales de aviso, aunque no pudo descifrar qué querían decirle. Con frecuencia veía cómo las aves de toda clase cruzaban hacia España sin que nadie se lo impidiese y en más de una ocasión quiso ser pájaro. Aquellos pájaros rosa de su infancia junto al río Níger.
La doble valla estaba recrecida en altura y anchura y en los últimos días, miles de soldados habían sido desplegados en la zona española. "Hoy no es tu día de suerte" le dijo un Guardia Civil español cuando ya pensaba que había podido lograr su sueño, al otro lado de la valla, el 5 de junio. Así que volvió al bosque de pinos a seguir soñando que tomaba uno de aquellos modernos barcos que cruzaban sin esfuerzo los escasos 16 kilómetros cada hora y llegaba a Tarifa bien vestido, como un turista extranjero, y hablaba con su familia desde un teléfono público y bromeaban y reían y entonces entendió que es el síndrome de Ulises
Una cigüeña cruzaba el cielo en dirección norte cuando las lágrimas cayeron por sus ojos y sus manos quedaron para siempre dolorosamente fijas sobre el acero de la valla, el 28 de septiembre, crucificado como un Cristo moderno.
Centenares de hombres negros intentaron que el metal de la frontera, dejase de ser una amenaza para el blanco de sus alas. Ablay contempló como los soldados disparaban contra una multitud negra de noche y desesperación y cómo algunos caían junto a él. Poco después le desclavaron de las púas metálicas, le metieron en un autobús y le abandonaron a su suerte en medio del desierto.
Fue entonces cuando el vacío del desierto le invadió por vez primera, y se sintió inexistente y frío, como la arena, tentado estuvo de dejarse llevar hasta que contempló en medio de la arena un campo de refugiados instalado por Médicos Sin Fronteras en medio de la nada y así pudo salvar su vida.
Fatick es una aldea polvorienta entre la nada del desierto y la nada del océano, donde nada, ni un solo comercio, nos indica que estamos en el año 2005. Allí, la policía avisó al padre de Ablay, Faramba, de que su hijo, al que daba por muerto regresaría ese mismo día desde Ceuta. En pocos meses han recuperado a tres de sus hijos, que andaban en un lugar impreciso entre la nada y el todo, entre el norte y el sur, entre el pasado y el futuro.
En los últimos años, y tras la marcha de sus hijos, en la casa de los Kandé todo fue a peor. Aumentó la pobreza, que ya era mucha. 22 personas, la mayoría ancianos y niños, una par de gallinas y una cabra como todo capital, repartidas entre dos chozas y una pequeña construcción de bloques de hormigón en un descampado a las afueras del pueblo.
En la mente de Ablay, el emigrante fracasado una pregunta. ¿Como aparecer ante ellos sin nada?. No hay compasión en casa del pobre. Su padre le vio llegar como único superviviente de un ejército de jóvenes derrotados, arrastrando los pies, cabizbajo, muerto de vergüenza por no haber culminado su sueño. Lleno de heridas de alguna guerra que el pobre viejo no alcanza a comprender quien declaró y porqué. Con los dedos vendados, con 20 kilos menos y viejo, mucho más viejo. Nadie se movió de debajo del árbol, porque Ablay era uno de esos hombres derrotados por la vida, por la miseria.
¿Entiendes ahora porqué emigra la gente?, preguntó el guía a un periodista perdido que contemplaba la escena. El aire se fue cargado con el olor del Sahara, mezcla de azufre, rencor y tiempo perdido. Desde entonces, Ablay no soporta las primaveras, pues no puede ver alguna cigüeña que vuela hacia el norte sin derramar alguna lágrima.
Historias de ida y vuelta
"La inmigracion es un viaje, no una eternidad" opina Sebastián de la Obra, adjunto al defensor del pueblo andaluz, una institución similar al ombusman en el mundo anglosajón, que cada día se enfrenta a miles de situciones dramáticas relacionadas con la inmigración en Andalucía. La anterior frase se refiere a cómo varias décadas después de que un inmigante llegue a un país, -en este caso España- se le sigue llamando inmigrante.
Es una de las personas que desde las instituciones públicas más solidamente pretende trasladar a la ciudadanía la opinión de que no existe ningun tipo de peligro,en la actual situación de inmigración en Andalucía, que no llega al 1%, una cifra sensiblemente inferior a la que se da en otros paises europeos y donde no ha habido grandes brotes de xenofobia, con la excepción de la que se produjo en el municipio de El Ejido, -la huerta de Europa- uno de los más prósperos gracia a la agricultura intensiva bajo plástico, y la zona que más inmigrantes acoge de toda la región.
Sebastian de la Obra se rebela contra quienes pretenden ofrecer una imagen de procupación y temor hacia el fenómeno migratorio que vive en Andalucía y que muchos medios de comunicación pretenden señalar como nuevo, sobre todo teniendo en cuenta que hace apenas 20 años, un millón de andaluces se vieron obligados a abandonar la región por las malas condiciones económicas y escasas perspectivas de empleo.
Sebastián de la Obra desmonta con argumentos la supuesta novedad de los últimos fenómenos migratorios acaecidos en Andalucía con el argumento bastante fundado historicamente aunque poco conocido de que la zona sur de España ha sido una de las mayor movimiento migratorio a lo largo de la historia de toda Europa y también en todo el mundo, por su condición de puerte entre Africa y Europa.
Nos habla de un 30% de inmigración procedentes de paises europeos en el siglo XVIII en la provincia de Cádiz, a causa de la pujanza económica del comercio con América, pero sobre todo de las tres grandes culturas -cristiana judía y árabe- que están en la base misma de la cultura española. "En el pasado España se especializó en la expulsión de otras culturas para luego dar la imagen de que todos eramos ya supuestamente iguales".
Sin embargo nada mas lejos de la realidad. A lo largo de los siglos uno de los negocios mas prosperos de las ciudades andaluzas fue el de los que se dedicaban a elaborar los informes de limpieza de sangre, documentamos que daban fe de que las tres generacioneas anteriores de los individuos no tenian sangre de otras culturas. Estos expedientes eran indispensables para el ascenso social en la España de los Reyes Catolicos. Esta situación
se hacia mas absurda si tenemos en cuenta que muchos españoles procedía de arabes o judios y en la mayoría de los casos se vieron obligados a falsear sus datos.
"Nos han engañado, durante muchos siglos la historia oficial ha ocultado la auténtica diversidad cultural de Andalucía", opina. Sin embargo, el referente mas inmediato en la historia de las grandes migraciones andaluzas, es el gran éxodo de los 70.
El influyente antropólogo Isidroro Moreno también es contrario a ver como nuevos los actuales fenómenos migratorios. "La situación actual solo tiene de nuevo un aspecto", en cuento a la dimensión global, planetaria en torno a los fenómenos migratorios. "La mitad de los seres humanos no interesan a los poderes del primer mundo ni siquiera para explotarlos. Sobran porque no pueden producir ni consumir".
Se refiere no solo a los habitantes del tercer mundo que no forman parte de la economía productiva, sino, también en el corazón de Europa. En Francia, por ejemplo donde los hijos de los que un dia llegaron desde el norte de Africa se rebelaron en contra de la marginación a la que se ven sometidos en el otoño del 2005 provocando una cadena de actos vandálicos. "Ahi se ha producido una clara exlusión social. Ellos sobran y son excluidos hasta para ser explotados".
Este contundente análisis de la situación se amplía. "Hoy no hace falta ni tan siquiera explotar a mucha gente para lograr grandes beneficios económicos porque esos beneficios no vienen de la economía productiva sino de la especulativa. Nueve de cada diez partes de los beneficios económicos del mundo se producen en los bancos, sin que exista relación alguna con la producción de bienes y servicios. Isidroro Moreno es igual de contundente al referirse a lo que está ocurriendo en el Estrecho que es "el nuevo muro de Berlín" en su opinión.
Las memorias de la emigración de Rosario Pérez Arispón, hoy empresaria de éxito en barcelona, andaluza del año 2005 en Cataluña y nacida en el sur cuenta experiencias que fácilmente podrían hoy ser asumidas por cualquier inmigrante subsahariano que acabe de llegar a las costas andaluzas.
Recuerda Rosario Perez Arispon, que lo primero que le impresionó fue la solidaridad de los emigrantes entre sí, en esos trenes de madera cargados hasta los topes y el silencio en los pisos de la gran ciudad del norte, a pesar de que vivian dentro hacinadas varias familias, sin embargo las paredes eran tan delgadas, que ni siquiera podían toser sin ser oídos por sus vecinos. Trabajó desde los catorce años, desde las seis de la mañana a las seis de la tarde, aunque pronto conoció a un muchacho, se enamoró y se casó. Por supuesto, su viaje de novios fue a su tierra natal.
Se enamoró de la gran urbe poco a poco, a través del mar, paisaje muy distinto de los llanos agricolas del sur que le vieron nacer. La nostalgia le atacaba en forma de punzadas, sobre todo en Semana Santa, la mayor muestra de autoafirmación y encuentro social de aquellas tierras. El Jueves y Viernes Santo cada año a muchos andaluces emigrados la tierra les tira del corazón, hasta tal punto que muchos hacen miles de kilómetros para participar de esa fiesta.
Otro emigrante, Florencio Montes, recuerda el milagro vivido en sus años de emigración a Barcelona. Cofrade y participante de forma muy profunda desde niño en los festejos de una hermandad del jueves santo, por primera vez desde su nacimiento, ese dia no pudo ocupar su lugar en la procesión del jueves santo, a causa de la emigración. Desolado recorrió las ramblas de Barcelona, entró en un cine y entonces vio en un noticiaria franquista de la época un documental sobre la Semana Santa de su pueblo. "Di un salto en el cine y solté un grito estentóreo" pronunciando el nombre de su pueblo natal, "y ya no pude ver la película porque los ojos se negaban a ver otra cosa que no fuera el pueblo y el corazón era un potro desbocado camino de mi tierra".
"Llega el momento que no quieres volver a tu tierra" cuenta Rosario Pérez. "Cuando salimos de nuestro pueblo natal estaba la idea de regresar, pero pasa el tiempo y te das cuenta de que tienes hijos y ellos tienen trabajo, que se integran poco a poco". Entonces el retorno se hace imposible. "La idea de los andaluces es estar con y donde esten los hijos". Ahora ella vive entre Barcelona y Andalucía, pues ha comprado una casa en la zona histórica de su pueblo natal, vuelve en las festividades más importantes del año y se siente catalana, con raíces andaluzas.
La gran migración andaluza de los años 60 tuvo unas motivaciones muy claras. Hasta los años 50 del siglo XX la zona sur de España básicamente no había sufrido ninguna modificación sustancial en sus sistemas productivos económicos desde el siglo XVI. Rica en recursos naturales desde la antigüedad, poco a poco éstos se fueron agotando y la mayoría de la población activa se concentró en la antes fértil agricultura. A partir de los años 50, se produjo la revolución agrícola con la mecanización e industrialización de los sistemas productivos agrarios y la ruptura de un modo de vida tradicional. Como bien decía Isidoro Moreno, esa gente ya sobraba, no eran necesarios ni siquiera para ser explotados.
Ya no era necesaria la mano de obra. Amplias zonas sin cultivar, concentración de la propiedad de la tierra, falta de mentalidad empresarial, todo eso no hace más que agravar la situación.
En la década de los 30, 40 y 50 se acentúan las migraciones en el interior de la región, pero sus ciudades no podían absorver ese excedente de la población proveniente de los campos a las ciudades, pues en dichas ciudades no existía industrialización alguna.
En torno a 1971, más de un millón y medio de andaluces, un amplio porcentaje de la población, emigró al norte y levante españoles. Entre 1950 y 1978 la población activa agraria pasa del 50 al 19% solo en la provincia de Sevilla. Calatuña absorbe mas de la mitad de los emigrantes andaluces que se convierten en el 17% de la población catalana, el resto sale a otros puntos de España y el extranjero, Alemania, Suiza, Francia. Tres cuartas partes de la emigración española entre 1946 y 1963 eran andaluces. El 60% de los emigrantes andaluces venían de las provincias del interior, Jaén y Granada mayoritariamente. Las remesas económicas enviadas por los emigrantes españoles cubrían el 23% del déficit comercial español, 6.000 millones de dólares entre 1960 y 1975. Los andaluces emigrantes enviaron entre 1950 y 1965 250.000 millones de pesetas, de los que solo se invirtió en Andalucía el 1.5%.
Pronto la crisis económica azota Europa y los emigrantes andaluces se ven obligados a volver. Entre 1973-74, Alemania, Francia y Suiza adopta restricciones a la inmigración, en 1974 las salidas de España se redujeron un 40% y los regresos aumentaron un 25%.Entre 1975-80 Valencia y Baleares equiparan a Cataluña en la recepción de inmigrantes.
Hoy la cultura andaluza es la más presente en el resto del país, también se ha acentuado y puesto de manifiesto que la capacidad de adaptación es uno de los rasgos mas acentuados de la forma de ser del andaluz. Al tiempo, el resurgimiento de algunas corrientes de pensamiento como el nacionalismo en Cataluña, afecta a Andalucia, en una epoca clave como la transición en la que se estaba debatiendo el modelo regional de España. Actualmente la emigración andaluza continúa aunque no en modo masivo. Se produce una fuga de cerebros, pues licenciados, expertos universitarios y profesionales en distintas disciplinas no pueden encontrar trabajo en su especialidad en la región.
De esta forma podemos ver que el proceso migratorio que ha vivido España presenta algunos paralelismos con los que se producen en otras partes del mundo.
Peleando por la convivencia
Uno de los primeros problemas con que se encuentran los recién llegados a España es que, en muchos casos, sus títulos universitarios no son compatibles con los españoles, por lo tanto no pueden seguir ejerciendo sus profesiones y esto provoca situaciones graves.
Mauricio Serrano Gonzalez, 33 años, nacido en Bogotá -Colombia- tiene dos hijos, Santiago de seis y Camila de año y medio, trabajaba en su tierra como contable -estudió Contaduría y Sistemas, una titulación que en las universidades españolas está dividido en dos, por una parte Económicas y por otra parte Informática-. En España lo hace en un matadero de pollos en Paradas (Sevilla). El mismo relata cómo tuvo que trabajar en el trabajo "más degradante que puede hacer un ser humano, trabajar con la basura".
Sin embargo, el caso de su padre fue aún más dramático según el mismo relata. Su padre era en Colombia odontólogo y en España trabaja repartiendo publicidad por los buzones. Esto no hubiera ocurrido si los médicos no hubiesen detectado un cáncer a su esposa y le hubiesen aconsejado viajar hasta una clínica situada en la ciudad de Salamanca para someterse a un tratamiento especializado. En pocas semanas, toda la familia se vió obligada a emigrar para salvar la vida de la madre. Afortunadamente, ahora su madre se ha recuperado de la enfermedad y pronto podrá volver a su país. "Nosotros pensamos que veníamos para quince días, pero esos quince días se transformaron en cinco años y va para largo".
Mauricio se encontró con que de repente se veía obligado a adoptar la decisión de dejar su vida, su trabajo, su círculo de amistades, y volver a empezar desde cero. En principio, la familia se instaló en Salamanca aunque a Mauricio no le gustó el carácter austero del norte español y decidió instalarse en el sur, en Andalucía donde la gente es más sociable y donde él mismo relata que no le costó ningún trabajo integrarse. "Cuando llegué a Andalucía los compañeros de la empresa en donde trabajé siempre me apoyaron y se convirtieron en amigos, siempre dispuestos a darme consejo y apoyo". Entre los puntos negativos que debe arrastrar en la convivencia diaria están la leyenda negra de su país, la guerrilla, o el narcotráfico, sobre todo a la hora de pasar por aduanas o aeropuertos. Y entre los positivos está la común herencia del lenguaje castellano, sin olvidar las diferentes expresiones de cada país.
El pintor Ahmed Ben Yessef es uno de los pioneros de la inmigración marroquí al sur de España, está viviendo en Sevilla desde la década de los años 60, adonde vino como estudiante de Bellas Artes. "La España que yo conocí del 66 comparada con la de hoy, no la conoce ni la madre que la parió. Cuando yo vine había zonas de Marruecos más desarrolladas que España. Es un cambio espectacular. Son cambios que si no llegas a vivirlos, cuesta trabajo creerlo". Pone como ejemplo el precio de las cosas, en el 66 la pensión donde vivía le costaba 80 pesetas al mes, hoy un alquiler de una habitación, puede costar entre 5000 y 10000 pesetas al día. Además, la dueña de la pensión tenía dos hijos emigrantes en Alemania. "España ha pasado en poco tiempo de ser un país de emigrantes a ser un país de inmigrantes".
Para Ahmed, Sevilla y Tánger son dos ciudades andalusíes, porque tienen en común un patrimonio cultural que las une, "tienen mas cosas que les unen de lo que les separa". "Yo no me sentí en ningún momento un extraño en esta ciudad, y hoy día formo parte del paisaje de Sevilla". Sin embargo, las diferencias culturales se acentúan en las festividades propias de la religión musulmana, que profesa, como el mes del ramadán, "que no solo es dejar de comer y de hacer muchas cosas que nos desvían del buen camino, sino pensar en como ayudar a los pobres". Todo lo desconocido es rechazado de alguna manera, especialmente, "sobre el islam caen hoy día una serie de estereotipos muy dificiles de erradicar". Sin embargo Ben Yessef afirma que una vez superada la primera imagen que nos ofrecen las dos religiones,"no hay ninguna diferencia entre los fundamentos del Islam y del Cristianismo, son diferencias de matices, pero en lo base son iguales". Asimismo se muestra defensor del mestizaje y de la interculturalidad, por eso mismo no admite la palabra tolernacia, prefiere respeto.
Cuando se habla del tema de la valla de Melilla, no puede evitar ponerse de mal humor. La inmigración es un tema que el ha tratado en sus cuadros y en sus artículos de prensa. "Cuando veo las imagenes de Melilla no puedo evitar que se me revuelva el estómago".
Por esto lanza una pregunta a los politicos del mundo "¿Es que ser pobre es un delito?.Solo huyen de sangrientas dictaduras cruzando el desierto en busca de un trozo de pan". Propone como medidas para paliar esta situación "la cooperación de la Unión Europea con las instituciones, las ONGs en sus países de origen". Sitúa el origen de este problema en el "colonialismo" europeo del siglo pasado por toda Africa.
España es un problema para Marruecos y viceversa, opina, "ambos países están condenados a entenderse. El norte y el sur de la ribera del Mediterráneo están condenados a entenderse".
Seidhamed Fadel, nació hace 33 años en El Aiún, en lo que él considera la República Saharaui, antigua provincia española, pero que hoy Marruecos considera sus "provincias del sur".y por eso tiene desplegado actualmente a su ejército en la zona. Seidhamed de niño se vió obligado a abandonar su región para instalarse en campos de refugiados, regenta un locutorio para inmigrantes en Marchena (Sevilla) llamado La Esperanza, adonde acuden a diario inmigrantes de Marruecos, Rumanía, Colombia y Ecuador, que son las nacionalidades más numerosas. Esperanza de una vida mejor y de que el frente polisario, -partido politico y grupo armado que defiende la causa saharaui- tome el poder en la zona y se convierta en republica independiente.
La solidaridad en España con la causa saharaui es muy notable, pues se trata de centenares de miles de personas que viven en campos de refugiados en medio del desierto, a la espera de que la ONU autorice un referéndum, para la autodeterminación de la zona, que Marruecos bloquea. Hubo una presencia española de cien años en el sáhara occidental. Por eso Seidhamed tampoco se siente extraño en España.
Sin embargo cuando debe convivir en España con los marroquíes, un país que considera enemigo del suyo, a veces las relaciones se tensan, aunque reconoce que personalmente no tiene problemas con los ciudadanos marroquíes, sino con su gobierno.
"Nosotros los saharauis tenemos una buena relación con los marroquíes, con cuyo pueblo no tenemos ningun problema, tenemos un problema con el gobierno. A nivel personal, tengo amigos marroquíes, yo se perectamente que la mayoría aquí en España son marroquíes".
Conservar la cultura del Sáhara occidental no ha sido facil en los últimos años, -mezcla de las culturas árabes y bereber, y hoy ocupado por dos países Marruecos por el norte y Mauritania por el sur. Prácticamente uno de los pocos ritos propios que conservan con auténtica veneración es la ceremonia del té hasta el punto que los saharauis dicen que lo más imprescindible en el equipaje de cara al viaje, no es el dinero ni los pasaportes, sino el té. Una ceremonia social en torno a la charla y la sabiduría que se transmite de forma oral de los mayores hacia los más jóvenes, en torno al humeante vaso de té y bajo la jaima en medio del desierto. Se prepara con tres vasos, el sabor del primero es un poco amargo, con mas hierba y poca agua, el segundo es un poco mas suave, y el tercero dulce. "Para nosotros hay una cultura en torno al té como un punto de encuentro, no podemos hablar sin que el té esté preparado. Se habla de cualquier tema, sobre negocios, sobre cultura o sobre política". De esta forma se transmiten oralmente valores culturales.
Su integración con la cultura española es lenta y poco a poco va haciendo relaciones. Uno de sus principales problemas es alquilar una vivienda. "La gente tiene miedo de alquilar una vivienda a un extranjero, piensan que toda la gente son iguales, si han tenido un problema con un inmigrante anterior. En muchos casos ni siquiera quieren hablar con la persona a la que van a alquilar el piso. Es un rechazo que no tiene explicación ni razón de ser: es miedo".
Marcelo Andia, tiene 30 años nació en La Paz, Bolivia, donde ejerció de periodista, y en España trabaja en el sector publicitario desde hace tres años. "A mi me parece España un país que está en vías de progreso, de crecimiento, a diferencia de otros países europeos". También destaca el gran cambio que el vivió, pues la imagen que transmite la televisión de este país, no tiene nada que ver con la realidad, "lo que sí es cierto es que uno no puede hacerse una imagen de un país por la televisión". También se muestra poco complacido con la imagen de pobreza absoluta que llega a Europa procedente de su país.
Otro grupo que destaca por su elevado número es de los rumanos, único de entre los europeos que es visto con recelo, debido a su acentuada pobreza y sobre todo a la cantidad de noticias que ofrecen los medios de comunicación que relacionan a esta nacionalidad con grupos de delincuencia organizada.
Estas redes se dedican al narcotráfico, blanqueo de dinero, tráfico de armas, robo de vehículos, clonación de tarjetas de crédito y su uso fraudulento, robos con fuerza o violencia en domicilios e inmigración ilegal con fines de prostitución en el resto de países de la UE.Acabar con estas redes es una de las prioridades del Ministerio del Interior español, según manifestaciones a la prensa del propio ministro. En muchos pequeños pueblos del interior de Andalucia, su simple presencia causa desconfianza y temor, y se asocia con el aumento de la delincuencia, provocando en ocasiones episodios aislados de xenofobia.
Sin embargo, la mayoría de los rumanos que trabajan en España ocupan los trabajos más penosos, aquellos que probablemente otras nacionalidades no aceptarían. La mayoría proceden de zonas agrícolas, un trabajo que conoce bien y que abunda en el sur de España, zona que tradicionalmente ha basado su economía en la agricultura.
Miles de inmigrantes rumanos viven escondidos en la comarca de la vega sevillana, rica gracias a sus explotaciones de cítricos de regadío. Habitan huyendo de las fuerza de seguridad del Estado en improvisadas tiendas de camapaña junto a los mismos campos que trabajan, sin luz ni agua, ni abrigo, una situación especialmente penosa en invierno, cuando las temperaturas alcanzan los varios grados bajo cero. "Esto es primavera, en Rumania ya hay medio metro de nieve" aseguran los inmigrantes rumanos. Temen mucho mas a la lluvia, cuando se calan, y no tienen forma de secarse, ademas no trabajan y no cobran.
Unas 25 personas del mismo pueblo rumano arrasado por las inundaciones en el Danubio, del pasado verano viven ocultas tras los espesos cañaverales de los caminos del Soto, en Brenes, cerca del Río Guadalquivir. A la hora del almuerzo preparan el pan en un horno, pescan y preparan salchichas con arroz y chorizo. Cobran 20 o 30 euros por jornada de trabajo según explican Martin, Florin y Linda Radulescu.En total hay cien personas de varios pueblos rumanos. La situación de estas personas no se explica sin la presensecia de redes de explotación de éstos inmigrantes, sobre los que la Guardia Civil estrecha el cerco, detendiendo a ciudadanos ucranianos que explotan a los rumanos.
Los sindicatos obreros con presencia en Andalucia, como el SOC, Sindicato de Obreros del Campo, que en los años 80 encabezaron una histórica movilización pidiendo y ocupando fincas que no estaban explotadas, para los miles de braceros desempleados, hoy se dedican a denunciar la situación infrahumana de explotación y cuasi esclavitud que sufren.
Este sindicato ha detectado muchos de estos campamentos móviles en los suburbios de las grandes ciudades o en las sierras. Algunos de los miembros de este sindicato han llevado a cabo algunas protestas como huelgas indefinidas y parciales para denunciar esta situación, no solo por la extorsión que sufren unos 6000 rumanos, sino por el hecho de que muchos empresarios andaluces se aprovechan de esta situación para pagar sueldos más bajos. Ademas los inmigrantes tampoco pueden pagan los alquileres que les piden en España, -600 o 1000 euros- por lo que en muchas ocasiones se hacinan en pisos en condiciones insalubres. Sin embargo en la ONG Paz, Igualdad y Desarrollo de Brenes aseguran que los alquileres de la zona son de 300 euros. Los propietarios de pisos de la zona suben los precios si se trata de alquilar a inmigrantes, porque temen que no les paguen, que causen destrozos, o que se hacinen.
De vez en cuando la prensa nos sorprende con la detención de decenas de personas y el desmantelamiento de alguna organización internacional dedicad al tráfico de seres humanos para su explotación laboral en tareas agrícolas en Andalucía. Este tipo de operaciones son en palabra del Delegado del Gobierno en Andalucía, Juan José López Garzón confirman que la contratación ilegal en ocasiones acaba terminando en explotación "consueldos muy bajos y condiciones de trabajo insuportables e inhumanas". Además constata que hay persoans dentro de estas organizaciones que se rebelan y lo denuncian a la policia, confesando estar secuestrados, amenazados y extorsionados por compatriotas rumanos o lituanos pertenecientes a redes de crimen organizado.
La práctica habitual de estos grupos consiste en el reclutamiento mediante engaños y promesasde una vida mejor de trabajadores que viajan a España en furgonetas desde Rumanía hacia Bulgaria, Austria, y posteriormente los países del espacio Schengen, -Francia, Italia- en calidad de turistas. Ya en España son recluidos en dependencias
de varias provincias les quitan la documentacion y sempiezan a ser vigilados.
La organización hace a los trabajadores conraer deudas que ellos no pueden llegar a pagar, puestoque el sueldo ronda los dos o tres euros por día, mientras que la deuda asciende a alrededor de 1500 euros, al incluirse en ella alquiler, cama, transporte, manutención, o llamadas telefónicas. Sus condiciones de vida son pésimas, hacinados y retenidos, intercambiados en régimen de esclavitud, o sometidos a compraventa por unos 900 euros, siendo movidos en lotes unos "100" trabajadores. Cuando a algún trabajador le caduca el visado de turista este es intercambiado por otra persona con documentación actualizada.
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